Pensamientos poselectorales (I): Lecciones de astrofísica recreativa
Cuando trabajas en la domesticación de las palabras para hacer de ellas un coro capaz de interpretar con claridad y viveza la partitura que tienes en mente, te das cuenta que tienen vida propia y que, en vez de componer seductores y armónicos trinos, rugen, cacarean, bostezan, regurgitan o, por último, flotan en el discurso mudas e insignificantes. Curiosamente, los hablantes no quieren prescindir de ellas e insisten en recurrir a su sonido en la esperanza de que, a fuer de repetirlas, terminarán por significar algo y se sumarán al concierto. La jerga política o, como se dice ahora, la conversación pública, está plagada de estos convencionalismos vacíos y repetitivos que surgen nadie sabe de dónde y desaparecen al cabo de un tiempo, nadie sabe por qué.
Uno de estos significantes vacuos de moda estos días es la palabra espacio para designar al conjunto de individuos, intereses y circunstancias que se sitúan o situarían en la extrema izquierda. Para mayor precisión, el término se formula como parte de un sintagma: el espacio a la izquierda del psoe, a veces coloreado con el adjetivo confederal. Así pues, el votante de izquierda tiene ante sí la doble oferta de un partido estructurado, reconocible y, por decirlo de alguna manera no muy exacta, sólido, y de un espacio, término que connota un vacío ocasionalmente poblado de planetas en distinta órbita, satélites de diversa masa y densidad, meteoritos que van a lo loco y objetos volantes no identificados. En resumen, una entidad solo apta para astronautas y aficionados a la astrofísica recreativa.
Los alienígenas de este espacio llegaron a formar parte del gobierno de España y aún están en él, aunque la atracción por el vacío que los guía los hace cada vez más lejanos y borrosos. Estos días, el espacio está de especial actualidad porque ha resultado estrepitosamente achicado en las elecciones europeas y su astro más rutilante se ha eclipsado. Ya se sabe que los eclipses tienen algo de trampantojo: un cuerpo celeste que se hurta a la vista pero permanece en el espacio. Doña Yolanda Díaz se ha eclipsado pero conserva el mando de la parte operativa –gobierno y grupo parlamentario- del espacio. Es un eclipse de sol en día nublado: la radiación ultravioleta permanece, aunque cada vez sea más débil. Al sol le gusta lucirse pero le incomodan los contratiempos nubosos y finge desaparecer para que quienes se benefician de su radiación lo echen en falta y reclamen su vuelta.
Este espacio hoy gaseoso y disperso procede, como todo lo que hay en el universo, de la explosión de un gigantesco cuerpo de apariencia sólida al que se viene a conocer como movimiento obrero, a su vez producido por la incontenible energía de su némesis: la revolución capitalista. La fecha de la eclosión puede situarse a mediados del siglo XIX; concretamente, el 28 de septiembre de 1864, fecha de creación de la primera internacional. La apariencia maciza e invasiva del movimiento obrero no ha impedido que se fuera fragmentando y adaptando a las circunstancias cambiantes del capitalismo, esa singladura sin fin siempre al borde de un naufragio del que en cada crisis se salva la embarcación y la tripulación suficiente para continuar la deriva a donde quiera que nos lleve.
Sería temerario intentar en las breves líneas de este comentario una explicación del proceso desde sus orígenes. Para abreviar diremos que el capitalismo ha conseguido proveer de un ego intransferible a cada partícula que compone el movimiento obrero, dotándolas de un dispositivo móvil, que adapta y controla los sueños y apetencias del portador individual a la oferta disponible, gestionada como siempre por un consorcio oligárquico. El ensimismamiento que produce el aparatito estimula la identidad del usuario y fomenta la dispersión de las partículas. ¿Cómo crear un movimiento cohesivo a base de memes y otras expresiones de la creatividad individual más desbocada?, ¿cómo articular una organización, que por definición ha de ser jerárquica y normativa, en un entorno de comunicación horizontal y libertaria?
Hagan la prueba de mirar al firmamento en una noche estrellada y creerán ver una creación compacta y maravillosamente ordenada pero en realidad están ante un lienzo lleno de agujeros y disloques, moteado con puntos luminiscentes como axolotl, baten kaito, diphda o kaffaljidhma, por mencionar cuatro solo de la constelación de cetus. ¿Creen que son nombres más pintorescos e ininteligibles que drago canarias, més per Menorca, chunta aragonesista o batzarre, por citar alguno de los diecisiete artefactos voladores que componen la galaxia sumar? Uno de estos sumandos es una refracción de la luz: podemos forma parte nominal de la constelación pero ha salido de órbita y se ha presentado por separado a las elecciones europeas, con el resultado sabido.
Vivimos tiempos de meteoritos, como alvise pérez, y no de galaxias. Un cuerpo solitario y luminoso que surca el espacio según su propia trayectoria y permanece visible durante una fracción de segundo para desaparecer en el olvido. La mala noticia es que esta clase de artefactos de baja densidad y mucho aparato lumínico forma lluvias y uno de ellos bien puede caernos en la cabeza y convertirnos en fósiles de dinosaurios.