Relato de Ariadne Bear Pomares
Era una noche de sábado normal, como cualquier otra. Mi esposa me comunicó que había quedado con sus amigas. Tras darle mi opinión, que ignoró, sobre qué vestido ponerse, salió por la puerta caminando con la cabeza bien alta. Al cerrarse, la habitación quedó en un absoluto silencio.
Yo ya me había puesto el pijama, había cenado y ahora estaba disfrutando de mi cremoso helado de caramelo cuando escuché el sonido del móvil. Era mi jefe diciéndome que un cliente tenía una emergencia y debía ir a buscarlo.
Me vestí con lo primero que encontré en el armario, cogí las llaves y salí por la puerta escopeteado. Cuando llegué al coche me senté, me até y pisé el acelerador, por el camino me di cuenta de que todos los jóvenes habían salido de fiesta. Me costó 13 minutos llegar a la ubicación que me mandó mi jefe. Una vez allí vi a una pareja delante de la puerta de entrada y supuse que eran los clientes. Uno de ellos parecía estar borracho, y fue el que, tras darle un beso a la persona que estaba junto a él, se acercó al vehículo, abrió la puerta y se subió. “Un momento… su acompañante me suena familiar”, pensé. Bajé la ventanilla para poder comprobar quién era y… ¡Era mi mujer! Ella me reconoció. Cruzamos miradas y rápidamente subí la ventanilla furiosamente, pero a pesar de la rabia que sentía dentro no le hablé al chaval, excepto para preguntarle a dónde iba. Aunque me daba igual porque pensaba tenderle una trampa.
Aproveché que estaba borracho y muy oscuro para llevar al amante secreto de mi mujer a un sitio que no conociera y donde no le pudiesen encontrar. A la montaña. Cuando le dejé, me pagó y fui a casa a escuchar las explicaciones de mi mujer.
Cuando llegué a casa, mi esposa ya estaba ahí y con una cara de niña buena para intentar darme pena, cosa que no funcionó.
Tuvimos una fuerte bronca y tras muchos lloros, gritos, explicaciones e intentos de abrazo, acordamos… ¡divorciarnos!
Cuando terminamos de hablar se fue a buscar al que ahora era su nuevo novio. Lo que ella no sabía es que no estaba en casa y le costaría mucho encontrarlo…
The BEST!!!!
Et alors?
Je ne sais pas, Monsieur. Il faut demander à l’auteur.
No . No era eso.
Era una frase de un sketch de Raymond Devos de un senor que contaba historias
Bravo! O brava ! Estoy impaciente por conocer el desenlace.
Te parece poco desenlace?
¿Se sentirá celoso el bloguero tras haber dado paso a esta nueva colaboradora? ¡Está recibiendo más comentarios que cualquiera de las entradas escritas por él mismo!
Celoso quizá no sea la palabra, pero da que pensar.
De las mejores entradas del blog
Qué manera de engancharme!!!!ahora quiero más!!!!!! Me encanta