Menos mal que los jueces del tribunal supremo cobran del estado porque si no, tendría que pagarles don Feijóo de su bolsillo; esa pasta se ahorra la derecha. No es un chiste ni menos un ataque a la dignidad de los egregios magistrados sino una traslación literal de la resolución del alto tribunal que excluye de la amnistía los delitos de malversación mediante un juego de palabras que ha dejado boquiabiertos a propios y extraños.

La ley de amnistía incluye explícitamente en sus beneficios a los acusados por malversación en la causa del prusés si dicho delito se cometió al servicio del movimiento independentista y no para su beneficio particular; en claro, que utilizaron dinero público de Cataluña para operaciones políticas y no para vivir a papo de rey en Abu Dhabi. Pues bien, los ilustrados jueces han abierto una trampilla en la letra de la ley por la que esperan que se despeñen los malevos catalanes que quieren escapar de su justicia y sus cómplices del gobierno socialcomunista.  El argumento togado dice así: los dirigentes independentistas se beneficiaron personalmente en sus economías privadas al utilizar dinero público porque no utilizaron dinero privado para sus fines y, por decirlo en chusco, la juerga les salió gratis. Ignoramos por qué los altos jueces no han advertido que, si don Puigdemont et alii hubieran costeado de su bolsillo el prusés, no podrían estar acusados de malversación.

Bien mirado, el argumento parece inspirado por la filosofía de don Milei, el mesías de la motosierra y santo patrón de la república de Madrid. Los indepes subvencionaron sus actividades con dinero público, así que, si no hay subvenciones, no hay independentistas, y, bueno, tampoco jueces que los juzguen, que también viven del dinero público, pero de eso hablaremos más tarde. En su preocupación por los dineros y su destino, los supremos jueces no han olvidado que también la caja de la unioneuropea podría haber sido damnificada por los prusesistes. En este apartado, el argumento es hipotético y va así: si los malversadores hubieran alcanzado su objetivo de independencia, la separación de Cataluña habría afectado a la dimensión territorial de la y en consecuencia habría mermado sus ingresos en la parte que aporta el estado miembro que es España. Ya ven, este argumento tan diáfano no se les había ocurrido a los jueces europeos que han salvado a don Puigdemont de la tenaz persecución del juez Llarena ni a las autoridades belgas que le han acogido en Waterloo como exiliado premium.

El profesor don Javier Pérez Royo califica de cantinflada los argumentos del supremo pero Cantinflas era un pelaíto que se ataviaba con un pingajo al que llamaba gabardina y los jueces visten ropones muy armados y lúgubres que han decidido abrirse ante el entregado público para que admiremos los poderes que guardan bajo el textil. La resolución del supremo es de última instancia, no hay recurso de amparo posible y la ley de amnistía, que ya es efectiva en algunos casos, está en jaque para los prebostes más notorios del prusés, no solo don Puigdemont. La resolución judicial ha irrumpido en el proceso de investidura del president de Catalunya y si las cosas estaban difíciles por las peleas de alcoba entre esquerra y junts, ahora están imposibles, lo que puede ocasionar el fin de don Sánchez y de su gobierno.

Las carlistadas –y el prusés fue una carlistada- son una alteración nerviosa crónica del país, en la que los promotores nunca consiguen su objetivo político pero agitan el patio y el estado recurre al electroshock para restaurar el reposo. Antaño, la palanca del estimulador electrocompulsivo la manejaba el ejército; ahora, la judicatura, lo que quizá indique que algo hemos aprendido, pero en ambos casos los internos del manicomio quedan alelados y las estructuras que gobiernan el establecimiento, desacreditadas. Claro que la situación también tiene su punto festivo y de ella siempre emerge algún personaje carismático de irresistible atractivo. En Alguien voló sobre el nido del cuco era un tal McMurphy (Jack Nicholson) y en la Cataluña actual, un tal don Carles Puigdemont, que ha identificado a sus perseguidores como la toga nostra. Qué ingenio, hay tipos que siempre están de broma, como McMurphy.