Estar en capilla es un término que alude a la situación de quien ha de enfrentarse a un hecho decisivo para su existencia y pasa las últimas horas hasta ese momento en soledad, meditando y preguntándose qué le espera en ese hecho fatídico. Pues bien, este viejo pasó en capilla la noche precedente a las elecciones presidenciales de Estado Unidos (ayer) viendo el documental El gran manipulador (Alyson Klayman, 2019) dedicado a Steve Bannon, el teórico más conocido del nuevo fascismo internacional, asesor de Donald Trump y recién salido de cárcel después de cumplir una condena de cuatro meses por desacato porque desafió una citación de comparecencia ante una comisión que investigaba el asalto al Capitolio por huestes trumpistas y bajo la tutela del jefe el 6 de enero de 2021, cuando Trump perdió las elecciones ante Joe Biden. Esta entrada y salida de la cárcel evoca a Hitler, condenado y encarcelado por el putsch de Múnich (1923) antes de volver a la pelea y conquistar el poder diez años más tarde. Primera enseñanza: el fascismo es muy resistente en las condiciones de una democracia en crisis, insiste en sus objetivos una y otra y no es improbable que consiga su objetivo: por ejemplo, ahora, mientras se escriben estas líneas.
La figura intelectual de Steve Bannon como adversario de la democracia y de la Ilustración tiene conspicuos precedentes en la historia de los regímenes liberales de Occidente. Por citar un par de ejemplos muy relevantes: Joseph de Maistre (1753-1821), que basaba la legitimidad del poder en el hacha del verdugo y a quien Isaiah Berlin sitúa en los orígenes del fascismo o Carl Schmitt (1888-1985), ideólogo nazi al que dio coba en España don Manuel Fraga Iribarne. Hay bastantes más como los citados en la historia y ahora mismo, pero volvamos a Bannon.
Este personaje se cree investido de una misión. En 2012 creó una web, aún activa, para difundir la ideología de la llamada alt-right. Trump le nombró estratega jefe de su campaña y más tarde asistente permanente al consejo de seguridad nacional, cargo del que fue destituido por su ideología racista después del atentado de Charlottesville, lo que le apartó de la política activa en Estados Unidos y le trajo a Europa para urdir una coalición de partidos nacionalistas y populistas susceptibles de apoyar una alianza con Trump al que sigue apoyando como su líder político. Bannon es un tipo obeso, de cabeza carnosa, melena rebelde, cordialidad inquietante y muy seguro de sí mismo hasta el punto de servirse de un documental que le sigue los pasos por reuniones, encuentros políticos y confidencias a media voz para mostrar al público su mensaje.
El documental no es para nada servicial con el protagonista y el relato resulta un mosaico de momentos Steve Bannon que podría ser aburrido si no se advirtiera la carga explosiva que contiene. El mensaje central, que se hace obvio al espectador, está en el reconocimiento de que el neofascismo que emerge en las democracias liberales no es fruto del malestar de los trabajadores blancos del cinturón de óxido ni de la ira de los valencianos que han visto arrasadas sus vidas y sus casas por un temporal, sino que es el resultado de un trabajo intelectual y político sostenido en el tiempo y basado en reuniones, acuerdos y proyectos urdidos por personajes concretos con un deseo insaciable de poder, que creen haber visto la oportunidad de ejercerlo. Esta hiperactividad febril de los grupos neofascistas es patente en el documental y su objeto se vuelve explícito en una declaración ante la cámara del propio Bannon, que descree de la democracia hasta el punto de reconocer que su programa político no se podrá aplicar si depende del voto popular, así que es necesario invertir el orden de proceso y tomar el poder con un grupo cohesionado y organizado que utiliza estrategias comunicacionales disruptivas para, a partir de ese momento, moldear la sociedad de acuerdo con los objetivos pretendidos. Bannon cuenta que ha visitado Auschwitz y que lo que más le impresionó es el orden y la eficacia que revela el recinto. Reuniones y reuniones con empresas e ingenieros para definir las medidas de las instalaciones, su posición en el conjunto, su funcionalidad y eficacia; una empresa modélica dedicada a matar gente, subraya, no se sabe si con admiración pero desde luego sin ápice de compasión. El fracaso, una oportunidad para la empresa, como se enseña en las escuelas de negocios.
Por el documental se pasean en uno u otro momento junto al protagonista los capitostes del neofascismo europeo con los que busca urdir estrategias y proyectos compartidos. El británico Nigel Farage, uno de los impulsores del bréxit, se muestra como un pavo real y así lo reconoce el propio Bannon en un comentario aparte, o la vehemente Giorgia Meloni, empeñada en convencer al reportero que la entrevista de que no es fascista.
Bannon moduló su mensaje a partir de su despido del cargo en la Casa Blanca. Al inicio de su carrera de apóstol de la nueva derecha, predicaba a favor del racismo de los blancos pero el atentado de Charlottesville, que propició su despido del cargo, debió convencerle de no era buena idea agitar el racismo en el interior de las sociedades que se quieren conquistar y el mensaje que ofrece en el documental es de nacionalismo económico. Es una consigna demasiado abstracta (al españolito de edad le suena a la autarquía falangista) y lo que necesita un nacionalista es un enemigo reconocible por la calle al que se le pueda partir la crisma, y ese papel solo se puede asignar con éxito a los inmigrantes. He aquí un dato que revelan Bannon y sus conmilitones europeos en el documental: su firme acuerdo de que la inmigración es el problema, no un objetivo entre varios sino el objetivo que encuentra eco en todas las sociedades y que cohesiona una futura internacional neofascista, que en Europa ya está en marcha.
El documental de Alyson Klayman termina con una nota melancólica para su protagonista. Se ha implicado a favor de Trump en la campaña de las elecciones estadounidenses de mitad mandato en noviembre de 2018, que ganaron los demócratas y preanunciaban la derrota del loco del pelo rojo en 2020. Veremos si sigue la racha.