La colusión de intereses entre el presidente electo míster Trump y su nuevo mejor amiguito, el empresario más rico del mundo míster Musk, de filiación pro nazi, se ha visto celebrada por la pirotecnia de la explosión de un vehículo eléctrico fabricado por el empresario ante la puerta de uno de los hoteles propiedad del ostentoso presidente. El autor del atentado es un militar en activo que quería mandar un mensaje por ahora indescifrable porque se pegó un tiro un instante antes de que se activara el artefacto explosivo, lo cual da noticia de su determinación y pericia técnica, pero deja sin respuesta las demás incógnitas derivadas de su acto. Los terroristas suelen estar tan convencidos de sus razones que tienden a ignorar que el terrorismo solo informa claramente sobre terrorismo. Las hipótesis explicativas quedan para los que por oficio o afición corresponda hacerlas. A este escribidor distraído se le ocurren dos por el procedimiento de evocar un pasado también sombrío.
Una, el autor del atentado, Matthew Livelsberger, era un militar y, horas antes de que perpetrara su acción en Las Vegas, otro militar, Shamsud-Din Jabbar, embistió en Nueva Orleans con su vehículo a una multitud y causó 14 víctimas mortales antes de morir él mismo en el consiguiente tiroteo con la policía. Ambos actuaron bajo coberturas ideológicas extremas y opuestas; el primero era afecto a la extrema derecha y el segundo era lo que llaman un musulmán radicalizado. No consta que se conocieran pero los dos recibieron instrucción en el mismo centro de entrenamiento y en 2009 ambos sirvieron en Afganistán, la última sangrienta guerra perdida por Estados Unidos y sus aliados occidentales. Estas coincidencias y otros datos han llevado a las autoridades a inquietarse por el aumento del extremismo en el ejército. Cerca de quinientos militares en activo o veteranos en el retiro han sido detenidos entre 2017 y 2023 implicados en planes para matar o causar daños por objetivos políticos o ideológicos; entre ellos, doscientos treinta arrestados en relación con el asalto al Capitolio, instigado por Trump el seis de enero de 2021. El ochenta por ciento de los encausados aparecen adscritos a la extrema derecha en todas sus variantes, que incluyen el supremacismo blanco y la lucha contra el gobierno constitucional.
Nada hay más explosivo que la coincidencia de una crisis económica y política y un ejército que regresa a casa después de la derrota. En la Alemania de la república de Weimar, los militares derrotados en la primera guerra mundial fueron determinantes para el ascenso de Hitler, al que proporcionaron una masa de veteranos habituados a la violencia en busca de revancha y un generalato humillado y dispuesto a volver a la tarea que a su juicio había quedado pendiente. En una clave más modesta pero no menos letal, fueron los generales africanistas españoles los que se arrojaron sobre el pueblo y sus instituciones democráticas para vengar su derrota en las guerras coloniales. El lema make-america-great-again es un grito de guerra de un tipo resentido y vengativo que exhibe su belicosidad como imagen de marca. De manera que el atentado del soldado Livelsberger frente a una propiedad inmobiliaria de Trump bien puede ser el sacrificio del kamikaze ante el emperador para instarle en que no flaquee en su propósito, hasta las últimas consecuencias.
La segunda hipótesis sobre los dos atentados de año nuevo se deriva de que fueron realizados con ayuda de sendos vehículos. El automóvil era parte integrante de la acción y no como medio de transporte sino para la ejecución final. En el segundo caso tiene además una ineludible connotación simbólica porque, como se ha dicho, el soldado Livelsberger sacrificó un tesla cybertruck, fabricado por Musk, para su propósito, como si quisiera celebrar en un único gesto la voluntad de dominio y la capacidad tecnológica para conseguirlo. Este vehículo eléctrico es un aparatoso chisme de apariencia extravagante y peliculera, que independientemente de su funcionalidad significa la técnica. Tampoco es nueva la preeminencia de una revolución tecnológica en tiempos sombríos. La Alemania nazi fue la sociedad más tecnificada de su época. El taimado Heidegger llegó a calificar el asesinato masivo en los campos de exterminio como una industria motorizada, y de quien ha de gobernarla dijo: se requiere un tipo de hombre que sea adecuado a la singular esencia de la técnica moderna y su verdad metafísica, que se deje dominar enteramente por la esencia de la técnica para que precisamente así pueda él mismo dirigir los procesos y posibilidades particulares de la misma. Bien, pues en esas estamos. Trump tiene la voluntad de poder y Musk la técnica que necesita, y el feliz soldado Livelsberger lo celebra con todo el aparato pirotécnico a su alcance.