Don Sánchez ha perdido, como estaba previsto, la primera votación de su investidura. La diferencia entre partidarios y adversarios ha sido de un voto, más dieciocho abstenciones que podemos imaginar para qué sirven en este momento pero no a qué o a quién servirán cuando pase el trámite. La abstención es siempre un gesto vergonzante; apoya al presumible vencedor pero no renuncia a virar el rumbo cuando toque. Con el tanteo de hoy, el candidato tiene garantizada la elección por mayoría simple el próximo martes, si ningún diputado queda en cama por una gripe o hace caso a la requisitoria de lady Macbeth Arrimadas, y apuñala al candidato por la espalda. Ya ha habido otra lady que, contra el mandato de su partido, ha obedecido a su conciencia, vale decir, a la insuperable repugnancia que le producen los podemitas. La conciencia de la canaria doña Oramas es conciencia de clase y su actitud, típica de las clases medias, que no saben si son de derechas o de izquierdas, y en la duda, bueno, pues de derechas. En cuanto al valiente (sic) de entre las filas socialistas al que apela doña Arrimadas, habrá que ponerle algún incentivo encima de la mesa; nadie, desde Efialtes de Tesalia y luego Judas Iscariote, traiciona gratis. Puede preguntar las tarifas a los del tamayazo.
Así que vamos a tener un gobierno en el alambre, pendiente de los mil palitroques que lo sostienen: un diputado aquí, otro diputado allá; este que quiere, aquel que no, y así un día tras otro en medio del fragor de una oposición desbocada, resuelta a acabar con el gobierno y su presidente y de seguido aplicar el 155 a todo el país, en el que las urnas han revelado que hay más traidores que patriotas. Nos une el espanto, ha dicho el siempre imaginativo don Rufián. Y no es lo peor el frágil apoyo parlamentario al gobierno (¡un diputado!) sino el hecho evidente de que ni los más convencidos de su necesidad confían en su ejecutoria, a la vista del tortuoso camino que nos ha llevado a él. Habrá que esperar a la probada capacidad de aguante, o de resiliencia, como se dice ahora, de don Sánchez y a la obsequiosa cooperación de don Iglesias, quién te ha visto y quién te ve. Los dos se han caído del mismo caballo, por fin, y eso une mucho. Pero más vale que el nuevo gobierno se estrene con la aprobación de un buen ramillete de medidas sociales si quiere rebajar los decibelios de la ira de sus adversarios y ahuyentar el escepticismo de sus partidarios. Algunas de estas medidas, como la reforma laboral o educativa, son de momento imposibles porque requieren mayorías que el gobierno no tiene. Entretanto, veremos qué nos traen los reyes magos esta noche.