La gripe revienta el encuentro mundial de la tecnología puntera y la izquierda celebra su enésima fractura, y todo ocurre en un mismo país, el nuestro, y en una misma jornada. Macrocosmos y microcosmos. Lo ocurrido en el mobile world congress es, básicamente, un encontronazo entre la realidad en bruto y el modo como la gestionamos los bípedos implumes. Una muestra disfuncional de un mundo global organizado por y para grupos en competencia feroz. Una opinión oída esta mañana sostiene que la espantada de las grandes corporaciones que han rechazado estar en el mobile es un acto de boicot a la tecnología china y a su marca estelar, huawei, que Trump quiere ver fuera del mercado y para lo que ha coaccionado a sus socios del mundo. Esta opinión se sustenta en que la alarma creada alrededor del coronavirus  es desproporcionada al relativamente exiguo número publicado de afectados y de víctimas mortales. El contraargumento es que se han ocultado las dimensiones y los efectos reales de la pandemia, que serían terroríficos, según esta versión.

Aquí tenemos dos fenómenos proliferantes, dos formas de peste vírica –una tecnológica, otra sanitaria- que no conocen fronteras, ambas procedentes de China, la parte del planeta en la que cualquier hecho adquiere dimensiones legendarias y los datos estadísticos son exponenciales e inmanejables. Para hablar de números solo locales, el fiasco de la feria tecnológica en Barcelona costará quinientos millones de euros de lucro cesante para la ciudad y destruirá catorce mil empleos.

Este es el momento elegido por nuestros anticapitalistas domésticos para separarse de la matriz podemita en busca de una estrategia más eficiente para sus objetivos. Pero, ¿qué pueden hacer los anticapitalistas para derrotar al sistema que sea más eficiente que el coronavirus?, ¿con qué varita mágica podrían provocar en unas horas quinientos millones de euros en pérdidas en la economía de una ciudad y convertir a catorce mil desempleados en otros tantos revolucionarios? Esta muchachada izquierdista, absorta en sus quisicosas, no vería el meteorito que habrá de destruir a la especie aunque lo tuviera a veinte centímetros de su cabeza. La historia no es más que una sucesión de acumulaciones de recursos personales y materiales al servicio de un objetivo. Las civilizaciones que forjan nuestra memoria son colosales ejemplos de cooperación organizada, que en un momento dado les otorga la hegemonía sobre otras sociedades más débiles y dispersas. China sobrevivirá al coronavirus; Barcelona quizá no a la suspensión del mobile. Hubo un tiempo remoto, aunque no tanto que lo hayamos olvidado, más duro, incierto y peligroso que el actual, en que parte de la izquierda era prochina, pero se ve que no ha aprendido nada. Eso sí, los anticapitalistas escindidos retendrán sus escaños en el parlamento, la caja de ahorros de la clase política, con el mismo afán con que los jubilados nos preocupamos por la pensión.