Crónicas de la peste LVI
El debate parlamentario de hoy ha traído a la cabeza del espectador el mar de los Sargazos. Este término alude a una región interior del oceáno Atlántico ubicada en la altitud de la península de Florida y colonizada por algas sargazos, que le dan nombre. Esto es lo que cuenta la wiki pero el mar de los Sargazos habitaba en algún alvéolo de la memoria del espectador confinado y en fase de desescalamiento porque era uno de los lugares míticos que visitó el capitán Trueno y sus amigos Goliath y Crispín en el curso de sus aventuras. La búsqueda en internet ha permitido ampliar algún detalle de aquel recuerdo y saber que nuestros héroes de infancia descubrieron en la profundidad de aquel mar, bajo la inextricable maraña de las algas, un cementerio de barcos. De vuelta al debate parlamentario, interminable, el espectador no podía quitarse de la cabeza la idea de que el hemiciclo es un cementerio marino y quienes lo habitan son las sombras de un naufragio. Una maraña de argumentos, pegajosos, lábiles, oportunistas, bajo la que reposa la osamenta de la razón de estado.
La palabra sargazo contiene sin duda más misterio que la planta marina a la que designa, que se encuentra en ciertas playas del área tropical del planeta donde recibe el nombre de maleza del engaño, y, según la wiki, se podría usar para combustibles, fertilizantes, materiales de construcción, fabricación de papel o zapatos, si no fuera porque el alto costo de la recolección hacen inviable su aprovechamiento para fines productivos. ¿Saben ustedes lo que nos cuesta recolectar y mantener trescientos cincuenta diputados? Hoy mismo estaban en el parlamento a merced de la peste vírica como los sargazos están a merced del vaivén de las mareas. Diputados, algas y virus son productos de la naturaleza, y solo pueden sobrevivir si siguen una pauta muy precisa que marca la misma naturaleza. En el caso que nos ocupa, la pauta es el máximo control de la movilidad del rebaño para evitar la muerte por contagio. Todo el mundo lo entiende. Así pues, ¿de qué debatían nuestros diputados electos como si no hubiera un mañana?
Ninguna especie viva puede trascender los límites de su condición, pero la mayoría posee recursos para ampliar las probabilidades de supervivencia y uno de esos recursos es el camuflaje –mutaciones en la pigmentación de la piel, gestualidad exagerada, etcétera- que permite al individuo parecer algo distinto y más fuerte de lo que es en situaciones comprometidas. Esta mañana, don Casado se ha camuflado de líder de la oposición, enfundado en traje de luto, y ha cerrado su discurso con una amenaza perentoria dirigida a don Sánchez: si no trae un plan bé en quince días, no vuelva a pedir lealtad y unidad a la oposición. ¿Qué es un plan bé?, ¿y qué es lealtad y unidad cuando procede de un firme ejerciente de la deslealtad y la ruptura? La intervención de don Casado recuerda una fábula que se cuenta en algunas regiones del África oriental: una rebaño de ñus galopa despavorido, acosado por una manada de leonas y cuando el peligro ya ha pasado y el rebaño se detiene, no sin haber perdido unos cuantos individuos en el trance, el macho aspirante se dirige al jefe y le dice, si no tienes un plan bé para la próxima vez, no cuentes conmigo para correr. Los ñus, con la lengua fuera, miran fijamente al aspirante y se dan cuenta que no es un ñu sino un buitre. Cosas del camuflaje.
La sorna que despliegas en el buitre camuflado de ñú, está muy bien traída. Me ha encantado. Ahora bien, esa duda que se difunde sobre si son útiles y necesarios 350 diputados o unos pocos menos, no solo por ti, sino tantas veces repetida, no la tengo clara y, desde luego, utilizar el argumento del dinero que nos cuesta no me parece suficiente. ¡Ya me gustaría saber cuál es el número ideal de representantes, pero soy lego para eso!
Fíjate que para decidir «simplemente» cómo y cuando se abrirán los hoteles se han reunido 450 representantes de los sectores afectados, digo yo que algo más serio es lo que deciden en la s cámaras. Otra cosa es que jueguen al trivial y demás menesteres intelectuales.
Espero encontrar algún día argumentación contrastada y comparativa sobre lo antedicho.
Un saludo
Hola, Ángel, gracias por tu comentario. El debate sobre el número de diputados, la labor que hacen y el coste que tienen es marginal en esta entrada. Mi opinión personal es que el problema no es el número, ni su coste en términos de salarios, prebendas, etcétera, sino su funcionalidad. El sistema electoral español de listas cerradas y bloqueadas hace que votemos no a las personas sino a las siglas y los electores no tengan ningún control sobre los diputados que eligen en cada circunscripción, muchos de los cuales hacen tareas mínimas y prescindibles y no pocos ninguna tarea en absoluto. La política se hace mediante intercambios en despachos cerrados entre las cúpulas de cada sigla. Este hecho es particularmente fastidioso cuando, como en la sesión de ayer,se trata de un tema gravísimo que nos afecta a todos y frente al que las soluciones disponibles son escasas y conocidas. En ese momento, el debate parlamentario, por llamarlo así, no solo es irrelevante sino irritante. Un cordial saludo.