El Madrid de Ayuso es una filfa (…) Lo de Ayuso no es política. Ni pequeña ni grande. Lo suyo es frivolidad olímpica (…) Hay ocasiones en que la política aburre e incluso indigna, sí. Pero lo peor que puede ocurrirle es que dé miedo, que es lo que han empezado a sentir muchos madrileños por las decisiones de Ayuso y su gobierno. La citas están tomadas de un artículo de opinión publicado hoy en el que diríase que la articulista quería clavar con cada frase un clavo en el ataúd de la presidenta de la comunidad de Madrid. El amigo Iacoppus también cree que al jefe de filas de la presidenta, don Casado, le quedan en el cargo dos telediarios, como suele decirse. Esta impaciencia cívica tiene que ver sin duda con el clima creado por la pandemia. El tono de la articulista y de Iacoppus está impregnado de desesperanza, a pesar de o precisamente por la vehemencia con que se formula el deseo. Albert Camus lo dejó escrito en La peste, el espejo novelesco de este periodo histórico: Nada es menos espectacular que la peste y por su duración misma las grandes desgracias son monótonas. En el recuerdo de los que los han vivido, los días terribles de la peste no aparecen como una gran hoguera interminable y cruenta sino más bien como un ininterrumpido pisoteo que aplasta todo a su paso.

Doña Ayuso y don Casado son fruto del proceso de selección negativa que opera en la renovación del mando en los partidos políticos, según el cual el nuevo que ocupa la poltrona es por definición más menguado que su antecesor, en cuyo nido se ha criado. Casado y Ayuso son políticos gesticulantes, acuciados por una doble necesidad: a) hacerse ver y b) evocar con sus escenificaciones el talante y las formas de quienes les han otorgado el cargo, dos triunfadores en la mitología del pepé. El primero intenta imitar la sombría resolución de don Aznar y la segunda, la desenvuelta caradura de doña Aguirre. Don Casado y doña Ayuso siempre fueron así: el primero, un botarate y la segunda, una dama boba, pero ha sido necesario que fuera un virus, no sus votantes ni la oposición, la fuerza que lo pusiera en evidencia. Un virus que actúa como un ininterrumpido pisoteo que aplasta todo a su paso, como escribió Camus, que sin duda nunca pensó en algo o en alguien tan trivial como Casado y Ayuso. En condiciones normales, dos payasos abandonados en la soledad de la pista, pero, cuando arde el circo, estamos a un tris de que el público los considere los pirómanos.