No hay manera de ocultar que el rey emérito nos está meando a todos encima. Una lluvia  dorada copiosa, imperiosa, de viejo al que le aprieta la próstata y se alivia de cualquier manera, aunque lo que aprieta al abuelo monarca es el dinero que ha acumulado en los bolsillos. Y es inútil que intentemos tapar la vergüenza con juegos verbales como el que ha ensayado  don Sánchez: lo que estamos haciendo es juzgar personas, no instituciones (…) la democracia está funcionando y la monarquía no está en peligro, etcétera. Ni don Juan Carlos es una persona en el sentido que lo somos los demás, ni la democracia funciona en este asunto y, por ahora, los partidarios explícitos de la monarquía son la extrema derecha y militares nostálgicos del golpe de estado.

El mensaje que deja el rey emérito a su heredero reinante es el siguiente: trinca lo que puedas mientras estés en el trono y seas inmune, y cuando parezca que te van a pillar, abdica en tu hija y pon tierra de por medio. España es una democracia y los españoles juzgan a las personas y no a las instituciones, y, además, tratándose de nosotros, cuando te juzgan tienden a poner los ojos en blanco, soñadoramente, y se dejan llevar por los méritos que has contraído en el pasado y lo mucho que la democracia te debe. Recuerda que reinas en una democracia que depende del rey: no hay rey, no hay democracia. En el peor de los casos, llaman a nuestras tropelías actos moralmente reprobables. Je, je. Los demócratas españoles son gente fina y educada y nadie quiere pasar por émulo de Buenaventura Durruti. Por cierto, te vendría bien un intento de golpe de estado o algo así, para salvar la patria como hice yo. La izquierda más a la izquierda ya te lo ha reclamado estos días con motivo de esos mini 23F de militares jubilados, así que te lo ponen a huevo. Estos gestos te sirven luego como atenuante o como eximente en los momentos duros, que vendrán. Bueno, tú verás, cada generación tiene su afán, así que ponte las pilas.

Y recuerda, querido hijo, que los españoles no son monárquicos. La monarquía, como ya sabes porque estás muy preparado, se sostiene por la debilidad anémica de la república, que en este caso se traduce en la imposibilidad de los españoles para reconocerse en un demos y constituir un proyecto histórico en común. Este rasgo genético de la raza hace que no puedan vivir sin un poder paternalista, de relumbrón, impuesto sobre sus cabezas, aunque luego no paren de denostarlo. Es nuestra ventaja pero, ojo, también nosotros tenemos nuestros demonios familiares, qué te voy a contar que no sepas, y en un descuido un puñado de exaltados proclaman la república y otra vez a esperar medio siglo para volver al trono, como me pasó a mí. Cuídate y confía en el gobierno, os necesitáis mutuamente. No sé si podremos pasar las navidades juntos, con esto del confinamiento, las limitaciones a la movilidad y el toque de queda lo veo difícil, aunque hago lo que puedo. Y no seas duro conmigo: te recuerdo que me lo debes todo.