¿Quién iba a decirnos que terminaríamos añorando el terrorismo? Es como si fuera un componente de la organicidad nacional y esta se resintiera ante su falta, como el organismo humano se resiente por la carencia de tal o cual mineral o proteína. A esta país le falta el terrorismo como a un adolescente en crecimiento le falta hierro o calcio. Una década después del fin de esta lacra, el pepé se desmarca del consenso parlamentario de homenaje a las víctimas porque dice saber que el terrorismo aún está vivo y es socio del gobierno de don Sánchez. Vox dice lo mismo, y si el que lleva la batuta de la desnortada derecha no participa en el homenaje, nosotros tampoco, hala, con un par, argumenta el diminuto don Casado. El resultado es la reprobación de las asociaciones de las víctimas. El pepé se está quedando sin amiguitos en el patio de recreo. Obispos, empresarios, víctimas del terrorismo y por ahí seguido se van de su lado. Eso no le importa a Darth Vader Aznar que ha anunciado que su venganza contra los desafectos será terrible. Pero en el mundo real resulta que la famosa sociedad civil en contra de la mayoría parlamentaria se está reduciendo peligrosamente a doña Rosita la Colonela y sus intelectuales orgánicos, por más que aporree el bombo la prensa madrileña.
El pretexto del pepé para no ajuntarse con las demás fuerzas parlamentarias en el homenaje a las víctimas es que el gobierno ha acercado presos por delitos de terrorismo a cárceles próximas a sus localidades de residencia. Los acercamientos de presos, como los indultos, son prácticas rutinarias, que se ponen en funcionamiento de acuerdo con el reglamento penitenciario cuando se considera que hay razones de interés general, según el criterio del gobierno, que es el titular de esta prerrogativa de la que hacen uso los gobiernos de todos los colores. Pero es inútil recordárselo al pepé y a su gran brujo, don Aznar, que también indultó y acercó presos cuando le tocó el turno.
Los juegos de mesa -y la política no es otra cosa- son imposibles si uno de los jugadores ha cifrado sus opciones en patear el tablero. Esta táctica voxiana o trumpista, si se quiere, produce una perturbación momentánea pero no altera las fichas del juego ni deroga el reglamento; simplemente, el jugador ful pierde una mano tras otra y se va quedando más y más solo. A vox no le importa porque no tiene ninguna posibilidad de llegar al gobierno que no proceda de alguna concesión del pepé, al que parasita desde que doña Aguirre crió a don Abascal en una de sus mamandurrias. Tampoco a don Aznar le traerán ninguna consecuencia sus amenazas a todo bicho viviente porque es un jubilado por más que asociaciones y clubes de ociosos se empeñen en bailarse el agua, darle cancha y hacerle carantoñas y caricias para estimular su sistema nervioso del que en su caso no se puede decir que sea simpático.
El que tiene algo que perder en esta deriva es don Casado, que en razón de su cargo debería tener tasada la cantidad de sandeces que puede decir por minuto. La última, de hoy mismo, es la equiparación de España con Venezuela o Nicaragua para justificar su negativa a cumplir el mandato constitucional de renovar el poder judicial. ¿Está llamando venezolanos o nicaragüenses a los españoles que no han votado al pepé? Tal vez no sea un insulto, pero es una inexactitud. Y algo más, ¿hasta cuándo piensa tener bloqueada la renovación de los órganos judiciales que impide que seamos nicaragüenses o venezolanos?, ¿hasta que desembarquen los marines de la sexta flota? Los hechos y la lógica que los guía no pueden ser conjurados con botaratadas. Don Casado se comporta como si no lo supiera y a lo peor es que no lo sabe.