Convención deriva de convenir, un verbo que a fuer de polisémico puede significar cualquier cosa: ser del parecer del otro, juntarse en un lugar, coincidir, pertenecer a algo, ser adecuado, hacer componendas o acuerdos. Es un verbo amigable, de buen rollo, aunque el diccionario rae tiene dificultades para encontrar una definición precisa y unívoca.  Incluso, en algún momento, convenir significó tener relaciones sexuales. No creo que los ciudadanos naranjos hayan llegado a esa acepción del término en la convención del partido celebrada hoy porque en la apertura del encuentro lo ha dejado claro el más conspicuo de sus portavoces, don Edmundo Bal: no hemos venido a mirarnos el ombligo, ha dicho, y si empiezas por renunciar al ombligo mal puede esperarse que explores otras partes de la anatomía. Lo cual tiene un inconveniente porque si decidieras seguir andando, como parece que han decidido los ciudadanos naranjos, es necesario antes cerciorarse de que tienes piernas. Hay que revisar la impedimenta antes de ponerse en marcha. Don Bal ha resuelto este problemilla a la típica manera, con un juego de palabras: no se mirarán el ombligo porque miran a España. Cualquier fotógrafo aficionado sabe que si amplías tanto el foco es muy probable que la imagen salga borrosa.

Don Bal es un personaje que despierta curiosidad por razones gremiales. Es abogado del estado, es decir, pertenece al cuerpo más encumbrado de la administración pública, en cuya competencia está la apoyatura técnica de las decisiones del gobierno, lo que convierte a los funcionarios de este cuerpo en personajes muy influyentes aunque casi nadie sepa sus nombres ni su función. ¿Qué les lleva a escapar de esta regalada posición para buscar otros horizontes? Se entiende si su propósito fuera ser un banquero  delincuente, como aquel otro colega, don Mario Conde, o un hortelano de verduras ecológicas o un monje benedictino. Pero, ¿la política? Es verdad que en don Bal puede haber un componente de venganza porque el malevo don Sánchez le cesó del cargo que ocupaba como jefe del departamento de penal de la abogacía del estado. La causa, que el letrado quería sostener la acusación de rebelión para los indepes catalanes juzgados. Así que podemos entender la furia por su honor mancillado cuando, no solo no se consideró su opinión sino que los indepes están ya en la calle. Pero, veamos, ¿de verdad no aprendió don Bal, al ganar las oposiciones más duras del país, que ponerse España en la cabeza como si fuera la bacía de don Quijote no le servirá para derrotar a los molinos gigantes y aún menos si cabalga un rocín tan desaliñado como ciudadanos?

El color corporativo del partido es el de un bote neumático salvavidas y podemos imaginar la expresión de la cara de los supervivientes del naufragio cuando se han juntado hoy en la convención: una mezcla de estupor y desconfianza. ¿Cómo sabes que el tipo al que saludas con fingida cordialidad  y se sienta a tu lado no tiene ya en el bolsillo el carné del pepé? Por eso la soflama inicial se ha centrado en recordar el credo identitario y en el juramento de que nunca se integrarán en el partido de don Casado. Ambos propósitos son bastante cómicos. Declararse liberal frente a los conservadores es ignorar, con toda deliberación, que quien lleva la batuta en esta orquesta son los voxianos, y quien no ejerza de tal no tendrá entrada en el paraíso de la derecha. En cuanto a fundirse en el pepé, ¿quién les ha dicho que este partido tiene mamandurrias para todos, como si fueran clones de Toni Cantó o diputados murcianos? Se fundirán o derretirán antes a la intemperie.