La concurrencia del pequeño gran líder de la oposición a un misa funeral por el eterno descanso del alma del dictador Franco (es uso anteponer el calificativo al sustantivo para que las jóvenes generaciones no crean que Franco es una marca antigua de tabaco o de coñac) ha durado en el ágora lo que el vuelo de una paloma migratoria sobre el bosque infestado de cazadores. El periodismo tertuliesco y tuiter, su hijo bastardo, son una charla de cazadores fallidos que no han alcanzado a la presa y discuten sobre si volaba muy alto o si la niebla impedía afinar el tiro.
Las vetustas religiones monoteístas están pesadamente ritualizadas. Los fieles dedican un tiempo a postrarse ante el creador para solicitar perdón a sus culpas y mercedes para sí, los suyos y sus empeños. En el postcatolicismo en que vivimos estos ritos están robotizados, de modo que el fiel puede asistir a ellos sin dejar de pensar en su propias y profanas cuitas siempre que el cuerpo esté adiestrado para cumplir los requerimientos de la liturgia: arrodillarse, persignarse, levantarse para recibir la hostia, bisbisear la respuesta a las preces del oficiante y estrechar la mano del vecino de bancada. Imaginamos sin esfuerzo en qué estuvo ocupada la cabeza de don Casado cuando apenas se acomodó en las últimas filas del templo y vio adosada al altar la corona de laurel y la rojigualda con el águila negra (no sé por qué los progres le llaman el pollo o la gallina, como si fuera fértil e inocua).
Maldición, me acabo de meter en un charco, fue lo primero que le vino a mientes al líder. Y ahora, ¿qué hago? Si me levanto y me voy, desairo a la fundaciónfranco, a la que subvencionamos para que hagan cosas como está. Sería como si a un podemita le diera asco compartir mesa en un comedor popular. Para no mencionar que la espantá daría no sé cuántos millones de mis votos a vox. Y no olvidemos que compito en el partido con la tal Ayuso que ha declarado que si te llaman fascista es porque estás en el lado bueno. ¿Es esta misa el lado bueno? Mientras estas reflexiones zigzagueaban nerviosamente en la cabeza del pequeño gran líder, la misa seguía su curso. Al final, don Casado se puso en manos de la suerte, qué caramba, no solo Sánchez ha de tenerla, ese canalla, y acarició la esperanza de que tal vez ningún dispositivo móvil había grabado su presencia en el templo y, en último extremo, siempre puedo decir, o que digan por mí Cuca o Montesinos, que fui a la iglesia para cumplir el precepto dominical, sin saber a quién estaba dedicada la celebración. El argumento es tan improbable como irrebatible, y de este modo escapó la paloma del acecho de los cazadores del bosque, sin tener en cuenta que el bosque se extiende más allá del tramposo campo gravitatorio de la crecientemente fascistizada derecha española.
En este espacio boscoso allende de los Pirineos, la portavoz del pepé doña Dolors Montserrat se ha visto empujada a proclamar ante el parlamento europeo que su amado líder no participó en una misa en honor a Franco. Aquí hay un matiz teológico sutil. No fue en honor sino por el eterno descanso de su alma. Pero en la luterana Europa no están para distingos teológicos y, llevada por la pasión del argumento sobre el pedigrí democrático de su líder, doña Montserrat ha eludido el hecho de que el pepé de don Aznar, que es del que hablamos, no participó en el consenso constitucional y su jefe se manifestó en más de una ocasión por escrito contra él. ¿Y quién ha puesto en alerta a los parlamentarios europeos del paso de la paloma? Pues los junts doña Ponsatí y don Comín, que vigilan sin descanso el cielo de la finca de la que han sido expulsados. El invierno trae nieblas, bosques sombríos, caminos de barro cubiertos con una deslizante placa de hielo, y se oyen disparos, aunque todavía no parece que sea la guerra.