Privatización de bienes y funciones públicos; desregulación que tenga como resultado una mayor distribución favorable a las rentas más altas; liberalización del comercio; desinversión en servicios sociales y reinversión en instrumentos punitivos (seguridad y policía); aislamiento de la economía del control de las instituciones democráticas y aplicación creciente de los principios del mercado a todos los ámbitos de la vida humana.  

Esta cita en cursiva es un resumen tópico de la ideología neoliberal y bien podría ser el prontuario de gobierno de doña Ayuso en Madrid pero el viejo la encontró en un libro cuyo título reclamó su atención cuando mariposeaba en la mesa de novedades de la biblioteca pública: Entre Dios y el Capital. Opus Dei, ideología y negocio, de Bethany Moreton (ed. Txalaparta, 2022).

El amigo Iaccopus sostiene en el café de media mañana que detrás de las acciones de doña Ayuso (por ejemplo, en su contumaz propósito de desguazar la sanidad pública) está una célula del opus dei, –Lasquetty y compañía– y su santa desvergüenza, así que el viejo, intrigado, siguió leyendo y encontró un término del que no tenía noticia: Escuela de Navarra, que para la autora define una de las variantes metodológicas del neoliberalismo en el mundo, al nivel, digamos, de la Escuela de Chicago. Caramba.

Los indígenas de la remota provincia subpirenaica que están en la edad del viejo creen saberlo todo sobre el opus, como los esquimales lo saben todo sobre el hielo, porque se han criado y han crecido en su órbita de influencia, y saben bien que la obra de san Escrivá había abierto la puerta del cielo a los ricos, que la tenían vedada desde lo del camello y el ojo de la aguja, pero ignoraban que esta licencia teológica fuera también una doctrina económica con nombre y método propios, que la profesora Moreton describe con precisión en su interesante y ameno ensayo.

Entre Dios y el Capital ha vuelto a mientes a raíz de la sentencia que declara constitucional la ley del aborto, la llamada ley de plazos de doña Bibiana Aído y don Zapatero, después de más de una década de espera en algún anaquel ignoto del tribunal que habría de juzgarlo. La derecha, que ha dominado el tribunal durante esta década, sabía desde el primer momento que la ley era constitucional y la dejó congelada, aunque operativa de hecho, porque no podía desdecirse a sí misma. Ahora que ya es oficial su constitucionalidad, después de un cambio de peones en el tribunal, el inefable don Feijóo se ha mostrado a favor de la ley. ¿Hipocresía? No, cálculo.

La derecha es conservadora en cuestiones morales porque determinado orden moral condiciona a la sociedad en la que hace negocios y, una vez comprobado que el cambio de este orden no perjudica a sus ingresos, lo acepta con naturalidad. La aquí llamada Escuela de Navarra y otras organizaciones de similar matriz aportan know how en materia moral y económica, en el buen entendimiento de que lo segundo es sustantivo y lo primero, instrumental. Solo los idiotas y los fanáticos hacen una guerra por cuestiones de principio.

El gobierno de izquierda, que anda enzarzado en una gresca de principios a cuenta de la ley del solo sí es sí, debería tomar nota del pragmatismo de la derecha, la cual identifica perfectamente el carácter meramente emocional de las rebajas de pena a que ha dado lugar la ley y las agita porque sabe que la moral puede ser un hacha de sílex si se maneja con oportunidad y contundencia. Quizá la nueva izquierda en el gobierno necesite unos cursillos de materialismo dialéctico, adobado con algunas máximas de Camino.