El título de este comentario es el de una desternillante película de Billy Wilder pero, sesenta y pico años después, es también el compás de la política celtibérica: una, dos, tres ssspañas. Esta tenaz moda de encuentros en la tercera fase parte de la creencia de que entre la derecha y la izquierda hay un valle fértil e inhabitado, una suerte de promisoria res nullius o bien mostrenco que está pidiendo a gritos ser colonizado por gentes sensatas, laboriosas y encantadas de haberse conocido. La tercera españa es el nombre literario de lo que vulgarmente se conoce como el centro, que también se define a menudo con el calificativo de moderado, como si a derecha e izquierda (sobre todo a izquierda) no hubiera más que fieras.
El centro, como sabe cualquier aficionado a la topografía, no es un espacio sino la línea de tangente entre la derecha y la izquierda, que en política suele ser una línea quebrada y a menudo una sinusoide, y por mor de las circunstancias históricas en cada caso se ubica más a la derecha o más a la izquierda del espectador. El centro, ahora mismo, son los diputados socialistas tránsfugas que necesita don Feijóo y no encuentra. El centro fue el partido de don Rivera que respondió con un corte de mangas a la oferta de gobierno del moderado socialista don Sánchez para ir a manifestarse junto a los neofranquistas en la plaza de Colón, de la que ahora la derecha huye como del diablo. ¿No creen ustedes que don Sánchez hubiera preferido como compañero de viaje a don Rivera y no a don Iglesias?
El centro es una entelequia, como El Dorado de los conquistadores españoles, y por eso es tan buscado y jaleado por escritores e intelectuales soñadores que se dedican a la política entre folio y folio, como otras lo hacen entre peluquería y peluquería, según el adormilado diagnóstico de don Guerra, otro vejete que no sabe si es de izquierdas, de derechas o medio pensionista, pero un poco faltón todavía sigue siéndolo. Sea como fuere, la tercera españa ha ingresado oficialmente con su nombre propio en el laberinto de la política al ser registrada en la oficina correspondiente por el inevitable don Fernando Savater y otros amigos y amigas de vitola.
El impulso para esta acción de heroísmo cívico, ya lo habrán adivinado, viene de la famosa amnistía y el no menos famoso referéndum de autodeterminación que el felón don Sánchez se propone conceder a los independentistas catalanes. Todas las gentes de bien de este país quieren estar en la fotografía final del sanchismo, con un pie apoyado sobre el cuerpo abatido de la bestia y una sonrisa de oreja a oreja, como en un safari. Por lo demás, lo que los terceristas han dado a conocer de su programa político, que se define como socialdemócrata, es indistinguible de lo que se viene haciendo en el país desde hace décadas: economía libre de mercado con la menor intervención posible del estado, educación dizque meritocrática, separación de poderes para que los jueces cultiven su propio predio sin dar cuentas a nadie y, eso sí, reforma electoral para laminar la sobrerrepresentación que al parecer les concede el actual sistema a los partidos anticonstitucionales, vale decir, nacionalistas vascos y catalanes. No es raro que un don Arias Navarro se haya sentido atraído por el proyecto.
La tercera españa surge de las ruinas de los ciudadanos naranjas que a su vez surgieron de las ruinas de upeydé. Otra expedición hacia El Dorado centrista ha surgido de la misma matriz con el enigmático nombre de nexo, que tiene connotaciones de ciencia-ficción y acaudilla don Edmundo Bal, el cual ha reclutado para la causa al ex ministro don Corcuera Patada en la puerta, un acreditado liberal que cuando estuvo al frente de la cartera de interior propuso una ley que autorizaba a la policía a irrumpir en un domicilio sin autorización judicial.
Nexistas y terceristas se han registrado como asociaciones mientras ponen en claro sus ideas para lanzarse a la cancha como partidos. Entrambos tienen alguna diferencia doctrinal: los primeros se declaran más bien liberales y los segundos, más bien socialdemócratas, aunque comparten una contumaz afición por el senderismo político, que siempre es retribuido en las metas volantes con un ratito bajo los acogedores focos de la opinión pública y que con suerte bien podría ser premiado con un escaño en el parlamento. Cosas más raras se han visto. Ahí tienen a don Tamames, otro navegante distraído de la política española, que estuvo en un tris de que le hicieran presidente del gobierno y, como compensación, se paseó como un dandi por la nube de su propio ridículo, y tan pancho.
(En la imagen de cabecera: La Tercera España, viñeta de Bernardo Vergara publicada en elDiario.es de fecha 23 de septiembre de 2023).