Sobremesa. El viejo zapea perezosamente ante la taza de café y topa con un debate político en la tele regional. Es un canal mortalmente tedioso cuya regleta de contenidos la componen programas culinarios y de andarines en busca de curiosidades rurales, pero en esta ocasión están debatiendo sobre el tema por antonomasia, no más entretenido que una receta de bacalao al ajoarriero pero inevitable: la sustitución de la alcaldesa de upeene por un alcalde de bildu en el ayuntamiento de la capital, moción de censura mediante promovida y/o apoyada por el felón don Sánchez. En el debate de la tele, el representante de la alcaldesa desalojada anuncia que su partido nunca, nunca va a volver a hablar con quienes han protagonizado la felonía, es decir, todas las demás fuerzas políticas regionales, y para que no haya duda sobre su resolución, aprieta los labios y frunce el ceño como un niño contrariado que se niega a respirar hasta que la realidad vuelva a ser de su gusto. Los demás contertulios, representantes de los otros partidos de arco político, le tratan con ternura y le hacen ver que su partido gobierna en minoría en otros municipios y necesita del concurso de la oposición para cumplir con su cometido; una de los partícipes en el debate se muestra didáctica y le explica la situación que les ha llevado al punto actual para concluir atinadamente que el partido de la derecha regionalista que ha gobernado la remota provincia subpirenaica durante treinta años está en irreparable declive. Vale la pena glosar esta acertada observación.
Esta misma mañana de domingo soleado y frío se ha celebrado en la capital de la provincia una manifestación contra la muda de alcalde a la que ha acudido don Feijóo para expresar su rechazo a don Sánchez y su pacto miserable con los terroristas de eta. Unos miles de personas se han reunido ante la sede del consistorio antes de dispersarse en busca de la apetitosa oferta de pintxos y vinos en los bares de la zona. Es una rutina de las derechas españolas acudir a la remota provincia subpirenaica para atacar a la izquierda so pretexto de salvar eeespaña, como si vivieran en un interminable día de la marmota fechado el diecinueve de julio de mil novecientos treinta y seis. Hoy se podía ver a algún manifestante despistado en los bares de la zona con una capa de la cruz de borgoña, en modo supermán.
Pero, ciertamente, la manifestación ha sido insignificante si se compara con la que la derecha celebró el dieciocho de marzo de 2007 contra don Zapatero y contra las conversaciones que desembocarían en el fin del terrorismo. En aquella ocasión el pretexto fue que don Zetapé iba a vender [sic] la remota provincia a eta a cambio del cese de la violencia, y para impedirlo los organizadores echaron el resto: se fletaron cientos de autobuses en todo el país y no faltó ni un preboste de las derechas españolas que no estuviera en primera fila sosteniendo la pancarta con el taimado don Rajoy al frente. Por supuesto, la presunta entrega de la provincia a la banda terrorista era una trola descomunal y en ese momento empezó el declive de la derecha regionalista, que se sumó a la manifestación sabiéndolo.
Aquel alarde impostado no gustó a la mayoría del vecindario, que deseaba el fin de la violencia y sabía que el pretexto de la manifestación era falso. La sola idea de que una comunidad histórica, constitucionalmente reconocida e institucionalmente articulada pueda venderse o entregarse bajo manga y al margen de la voluntad de sus ciudadanos como si fuera res nullius o un bien mostrenco era no solo grotesca sino ofensiva. Esta evidencia no fue captada por el gobierno que presidía don Miguel Sanz, empequeñecido en el abrazo constrictor de la derecha española, que desde entonces no ha cesado de aumentar la presión sobre su socio hasta hoy en que upeene es un organismo exprimido como un limón con un solo diputado, farmacéutico, por más señas, que, ay, debe compartir la bancada del grupo mixto del congreso ¡con los podemitas! O tempora, o mores.