Aquí está la izquierda española, sí, señor, un spin off del think tank llamado El Jacobino, que pilota un joven abogado de barba recortada para dar firmeza al perfil de la mandíbula y que responde al nombre de Guillermo del Valle. Los proliferantes anglicismos que bombardean como meteoritos el campo lingüístico del castellano crean en el espectador errores de percepción, y de este modo spin off suena a espinoso, asilvestrado y propenso a marchitarse en poco tiempo, mientras que las empresas con la etiqueta de think tank bien podrían llamarse aquí tolón tolón pues más que ideas producen repetitivos sones de cencerro para reclamar la atención del rebaño y encerrarlo en un aprisco en la medida que se pueda. Pero dejemos la lingüística recreativa y vayamos a lo que importa, si es que importa.
El nuevo partido se presenta con toda la equipación para ponerse en marcha: un libro de doctrina, un lema para las próximas elecciones europeas y un manoseado surtido de palabras mágicas dirigidas a pulsar las emociones del respetable público, como igualdad, laicismo, internacionalismo, etcétera. El libro del fundador tiene un título previsible, entre derogatorio y mesiánico –La izquierda traicionada. Razones contra la resignación-, y no oculta la intención de arrancar del error a los millones de votantes que han caído bajo las arteras manipulaciones del tirano don Sánchez. El esfuerzo nacional-socialista de esta izquierda española trae causa de los acuerdos del felón que preside el gobierno con los nacionalistas vascos y catalanes contra los que don Valle no ahorra denuestos, algunos repetitivos: reaccionario, neoliberal, antisocialista y antiprogresista. Este salpicón de improperios compone un plato muy apetitoso para la derecha, que ya había iniciado contactos con los independentistas puigdemonteses mientras vapuleaban a don Sánchez por intentarlo. Lo que distingue a la derecha avispada de la izquierda desnortada es que la primera extrae beneficios políticos contantes y sonantes de las burradas que profiere mientras la segunda solo obtiene la satisfacción moral de quien consigue librarse por fin del estreñimiento que le aprisiona la conciencia.
A tal fin, don Valle se presentará a las elecciones europeas de junio de este año con el lema la fuerza de la igualdad, destinado a resonar entre los votantes de izquierda enfadados, principalmente, con el pesoe y sumar, según se lee en una de las obsequiosas crónicas que dan noticia del nacimiento del nuevo partido. De momento, ya ha captado la atención de don Nicolás Redondo Terreros y de doña Soraya Rodríguez, dos polillas insomnes que no paran de revolotear en busca de un fanal que ilumine su errática peregrinación política y dé sentido existencial a la fobia que sienten por don Sánchez, y, habrá más como estos aunque es difícil aventurar si conseguirán entre todos la masa crítica necesaria para ser tomados en serio por el electorado y cumplir el objetivo de romperle el espinazo al gobierno.
Las elecciones europeas se celebran en circunscripción y lista únicas por lo que el partido no necesita una base territorial; basta un grupito de caras conocidas al frente de la candidatura (para lo que habrá las primeras bofetadas porque un escaño en Estrasburgo es una bicoca), un trompeteo mediático desenfadado y sin errores de bulto y a recoger la cosecha. El parlamento europeo es la cámara de representación política con más friquis por escaño en el mundo y el ámbito más propicio a los experimentos de parvenus de toda laya. Así empezó su aventura podemos, un espejo en el que don Valle debería mirarse. En la medida que su propósito inmediato y casi único es minar la base electoral de la izquierda en el gobierno, contará sin duda con el apoyo de la constelación mediática de la derecha, que a renglón seguido no dudará en arrojar el invento a las tinieblas exteriores en cuanto se compruebe que es inhábil para este fin. En todo caso, don Valle no debería arrojar la toalla, a menos que le hagan alguna oferta consoladora en la empresa privada, como a los ciudadanos naranjas. El correoso ejemplo de don Pablo Iglesias y sus podemitas abnegadas nos recuerda que siempre hay una oportunidad para fragmentar la izquierda en nombre de su unidad y de los valores universales compartidos.