Las nietas arrastran en ocasiones al abuelo para que las vea jugar al baloncesto. Lo que se celebra en la cancha es un juego rapidísimo y microscópico, en el que la atención del espectador es desbordada a cada instante. Es un juego digital no apto para mentes analógicas adiestradas en la pretensión de comprender toda la jugada. La precisión eléctrica del juego no impide que quienes lo practican estén movidos por sentimientos muy hondos y genuinos. Las jóvenes jugadoras levantan la mirada hacia la grada en los momentos de descanso para reafirmarse en la certeza de que los suyos están con ellas e intacta su voluntad de victoria.
Nuestro presidente don Sánchez -los santos le tengan en sus plegarias- es jugador de baloncesto, como se repite cada vez que nos sorprende con una jugada inesperada, y después de ejecutar una asombrosa canasta desde media cancha ha pedido tiempo muerto para que amigos y adversarios (estos más aficionados a ver el fútbol desde el palco del Bernabéu) reflexionen sobre de qué va el juego. De momento, la melodramática misiva en la que anuncia unos días de reflexión para plantearse si sigue o no en el cargo ha conseguido los siguientes efectos:
1) Ha apiñado tras él a sus partidarios. Se acabaron los listillos y reticentes que asistían al match desde las gradas haciendo oír su voz discrepante sobre el diseño de las jugadas. Don González, don Page et alii tendrán que cerrar pico de una vez.
2) Ha hecho sentir a sus seguidores y votantes lo que puede ocurrir si abandona de terreno de juego. El miedo, perfectamente razonable, a una derecha que ha alcanzado cotas de indignidad difícilmente imaginables es un motor electoral muy potente, como se demostró en las pasadas elecciones generales.
3) Se ha sumado a la comunidad de víctimas del llamado lawfare en la que ya estaban podemitas e indepes catalanes, a los que les ha faltado tiempo para recordárselo. Esta nueva condición de víctima de las veleidades judiciales tiene un doble efecto: a) le sitúa en el mismo plano que a sus competidores ante la mirada del cuerpo electoral catalán llamado a las urnas en breves días y b) justifica su firmeza ante el obsceno mangoneo de la derecha en la paralizada renovación del órgano de gobierno de los jueces.
4) Ha puesto en evidencia, por si hiciera falta, la unidad de objetivos y métodos de la coalición reaccionaria y ha obligado a su presidente, que no director, don Feijóo, a asomar la cabeza y retratarse una vez más como el camastrón que es, a la espera de que el agitado oleaje le lleve a desembarcar en la playa de La Moncloa.
Estos cálculos políticos no empecen el hecho de que están alimentados por sentimientos genuinos y dolorosos. Nunca hasta ahora la derecha había llevado sus campañas contra los gobiernos de izquierdas (por lo demás temerarias y rutinarias, recuérdese el sindicato del crimen que ayudó a derrocar a don Felipe González) hasta el punto de enfangar sin pruebas a la esposa del presidente y a su familia. ¿Qué mano sucia pagó a los matones de manos limpias para que llevaran ante un juez amigo una denuncia basada en un puñado de bulos?, ¿qué ha llevado a ese juez amigo a aceptar la denuncia si no es la campaña de odio contra el presidente del gobierno largamente sostenida y que tuvo hitos desconcertantes en una sociedad democrática como que el principal partido de la oposición aceptara como lema de campaña que te vote Txapote?
Veremos en qué queda la iniciativa de don Sánchez. En todo caso, ha dejado claro lo que nos jugamos.