Mañana, vuelta a las urnas. A cierta edad, la fiesta de la democracia, como dicen los cursis, es menos un festín que una purga, menos el banquete de Trimalción que su resaca. No votas para reponer la energía gastada sino para librarte de una indigestión insufrible. No crees en el futuro sino que detestas el presente. No votas por una realidad sino contra un mal sueño. A tomar po’l saco, la inmigración, el precio de los alimentos, la falta de vivienda accesible, el deterioro de la sanidad pública, la rebaja de impuestos a Mbappé y la mismísima guerra de Ucrania o la matanza de Gaza, mañana los españoles votamos para resolver el final de un cuento infantil, una leyenda que se remonta a la noche de los tiempos y que cuenta la historia de una doncella raptada en una cueva a merced del apetito de un dragón, que es salvada por el caballero de rutilante armadura. ¿Se puede creer que 48 millones de personas, ciudadanos de una de las naciones más avanzadas de Europa, hayan aceptado que el dilema electoral de este domingo versa sobre si doña Begoña Gómez será devorada por la hidra togada o será rescatada por su galán, general del ejército progresista?
No podemos prescindir de leyendas y mitos porque nos distraen de la opacidad de los hechos, ofrecen una visión luminosa de la realidad con trazos muy simples, nos aligeran del peso de la existencia y, lo que más nos gusta, nos absuelven de culpa. Por ende, las leyendas son interpretables y esto alimenta las tertulias de televisión: ¿es doña Gómez culpable o inocente de las corruptelas que denuncian los jorobados de manos límpias?, ¿es el juez don Peinado un ejemplo de probidad y entrega a la causa de la justicia o un oportunista rencoroso y vengativo?, ¿es don Sánchez el héroe que salta a la palestra para defender la verdad y el honor de su dama o el abusón que se prevale de su condición para que su escudo tape sus propias vilezas?
La leyenda que nos ocupa estos días es la enésima versión de la ordalía que la derecha española y muy española impone a los presidentes de gobierno de izquierda. El escenario donde se celebra, los cargos y las pruebas que se presentan y el patíbulo donde tendrá lugar la ejecución son obra de una conspiración de políticos arriscados, consultores ambiciosos, empresarios con exceso de liquidez, letrados buscapleitos, jueces aventureros y periodistas entregados, una tropilla militante a la que uno de los fundadores históricos del artilugio, el periodista don Luis María Ansón, llamó el sindicato del crimen cuando lo pusieron en marcha para echar de la presidencia del gobierno a don Felipe González. En aquella circunstancia, don Ansón reconoció que los conspiradores estuvieron a un milímetro de saltarse la constitución para conseguir sus fines. El escollo constitucional lo han sorteado en esta ocasión los conjurados llamándose a sí mismos constitucionalistas y dejando fuera de su amparo a la mitad del país: los sanchistas, en su jerga.
Algunas almas cándidas y demócratas se asombran y se duelen de que la derecha utilice a la esposa del presidente para destruirle a él, como si esta fuera una línea roja (otro término estúpido de moda) de la decencia y el civismo. La derecha española está ahormada por el franquismo, con el que no rompió y al que aspira a sustituir, ¿y no torturaba la guardiacivil a las campesinas para que delataran a sus maridos combatientes en el maquis o para que estos se entregaran? Ahora, la derecha denuesta de la guardiacivil porque no ha conseguido extraer pruebas de la esposa para cazar al marido. El objetivo de la cacería es el mismo; las reglas y los medios, por fortuna, han cambiado a mejor.
Las leyendas son hipnóticas. Hagan la prueba de mantener la atención sobre la estampa del caballero, la doncella y el dragón, despréndanse en un ejercicio zen de la anécdota y dejen libre la conciencia para que encuentre su lugar moral en la historia y advertirán que se pone del lado del caballero y la dama, aunque sean un par de pícaros, ¿quién que no sea un psicópata se alinea con un dragón? Y con este pensamiento votaremos mañana.
P.S. Por cierto, el artífice que elevó a categoría de leyenda mítica este embrollo político fue don Sánchez con sus famosas cartas paulinas dirigidas a la feligresía a través de tuiter, lo cual fue sin duda una genialidad.