La incursión combinada de la brigadilla togada y el comando ultrarreaccionario en la playa de La Moncloa duró dos minutos y se ha resuelto de manera inesperada para los atacantes. No consiguieron obtener imágenes del felón don Sánchez en el banquillo, que era el objetivo principal, y el juez que dirigió el asalto volvió a la base alcanzado por una querella por prevaricación.

El desmelenado juez Peinado ha convertido la arbitraria instrucción de así llamado caso Begoña en un combinado de videojuego y linchamiento. Lo primero exige que el protagonista de la historia, el mismo juez, vaya ganando terreno y liquidando los obstáculos que se encuentra en el camino, y para lo segundo se necesita mantener viva y pujante la sed de venganza de la chusma que jalea sus iniciativas. No estuvo muy fino ayer en lo primero, a juzgar por el resultado de la operación, ni en lo segundo, si se toma como medida las desangeladas y consabidas reacciones de los maestros de coro de la coalición reaccionaria. En cuanto a las normas de procedimiento, que constituyen la base de una instrucción judicial, ¿a quién le importan en un videojuego o en un linchamiento?  

En términos de estrategia militar, el teatrillo perpetrado ayer en la sede de la presidencia del gobierno no fue tanto un asalto formal cuanto una exploración del terreno enemigo a cargo de la fuerza atacante. Si hacemos memoria, la campaña la inició el grupo mercenario (o contratante, para decirlo en la jerga vigente de las guerras híbridas) conocido como manoslimpias, que utilizó como lanzadera a un juez kamikaze, necesitado de dar la nota al final de su carrera. Llegada la hora del asalto al fortín del enemigo, el contratante manoslimpias cedió su puesto en la barcaza de desembarco al contratador voxiano, que quiso demostrar ante la parroquia que era el primero en pisar el añorado suelo del palacio de La  Moncloa. ¡Chúpate esa, Feijóo!

Pero es precisamente el parte de guerra de la fuerza voxiana, que participó en el asalto, el que mejor explica el resultado de la operación. La letrada al cargo ha resumido la actitud del enemigo: estaba impávido y altanero, como se le suele ver en el congreso. Es decir, ya que en el parlamento no hay manera de tumbar al felón por más que le cubramos de improperios, intentémoslo en su residencia oficial, en su cubil, parapetados tras la toga de un juez, cuya autoridad nos ofrecerá a un don Sánchez como un conejo ante el hurón, nervioso, abatido, titubeante, obsequioso con los vencedores. Pues bien, ni por esas: impávido y altanero, como en el congreso. Fracaso voxiano, otro más, y el juez que le dio amparo vuelve a casa con el blindaje de la toga agujereado por una querella por el peor delito del que se puede acusar a un funcionario público.

Entretanto, siguen al parecer con éxito las negociaciones con los quisquillosos independentistas catalanes para entronizar al correligionario don Illa en la presidencia de la generalitat. Si don Sánchez consigue ahuyentar a los dos moscardones de estos días –el juez Peinado y el caudillo neocarlista don Puigdemont- quizá consiga un verano tranquilo, y nosotros también, por la parte que nos toca.