A los podemitas les complace la comisión de errores estratégicos. Diríase que su visión de la realidad es simétricamente inversa a la de sus potenciales votantes y cuanto más se acercan a la irrelevancia, más satisfechos de sí mismos parecen. Ahora se han abstenido en la votación del techo de gasto y han provocado la derrota del gobierno al que ellos mismos auparon a la poltrona hace unas semanas. Lo que se jugaba en la votación era una apertura a favor de más gasto público en comunidades autónomas y municipios, una ligera enmienda a la férrea política presupuestaria dictada por la ue y seguida al pie de la letra por los gobiernos de don Rajoy, con los resultados sabidos. Tal vez no fuera gran cosa pero si los podemitas creen que podría haberse obtenido un margen mayor en la negociación con la unión o tienen otra alternativa debieran decirlo claramente. Lo cierto es que su abstención ha estado motivada porque no querían aparecer como los únicos aliados de un ejecutivo en absoluta minoría que va a ser hasta el final la diana de un pim pam pum parlamentario. El portavoz de podemos en funciones, don Mayoral, lo ha explicado así: ¡no hemos venido a bailarle el agua a nadie ni se nos puede pedir que comulguemos con ruedas de molino! Dos expresiones hechas, dos latiguillos que suman diez palabras en una oración de veinte. El núcleo de la argumentación es lengua muerta y se ofrece apenas diez días después de que doña Belarra, otra portavoz del partido, se hubiera ofrecido al gobierno como socia confiable contra la austeridad.

Don Mayoral no parece el más listo de la clase pero es el vicario en orden jerárquico después de que la pareja real de podemos se haya retirado del ágora para atender al cuidado de su familia. Sin la contundente oratoria de doña Montero y la osadía táctica de don Iglesias, el partido ha quedado desarbolado. No deben preocuparse los morados. Atravesamos un periodo de partidos descuajeringados, como ha venido a demostrar el pepé hace unos días, con líderes sobrevenidos y mediocres y un despiste programático general. Podemos y el otro partido emergente, ciudadanos, basaron su expectativa de crecimiento en el aparentemente irreversible declive de sus hermanos mayores, sin mayor preocupación por dotarse de un programa y de una estructura de cuadros. De lo primero también carecen los partidos mayores, pero tienen militantes de sobra en  todos los territorios del país a la espera. Los partidos españoles se hacen desde el poder porque el santo y seña para ingresar en ellos es ¿qué hay de lo mío?, y a esa pregunta solo se puede responder si se dispone de una abundante reserva de cargos públicos. De modo que para los emergentes, alcanzar el gobierno es el objetivo principal y casi único. ¿Quiere podemos empujar a don Sánchez a un adelanto electoral?, ¿ha leído los sondeos?