El nebuloso espacio entre el cero y el infinito que hasta ahora ocupaba la derecha española se ha convertido en un triángulo cuyo vértice principal parece vox, quizá por aquello de que su jefe es el que lleva la pistola al cinto. Vox, con ese toque latinizante un tanto cursi, como de diccionario escolar, tiene nombre de cuerpo celeste recién descubierto, como si no hubiera estado ahí desde el origen del tiempo y al que de momento los expertos le atribuyen una energía capaz de alterar o condicionar la órbita de los otros dos cuerpos de la constelación, ya conocidos. Vox, pepé y ciudadanos proceden de la misma sopa primigenia, y de hecho sus partículas han convivido y se han imantado en espacios comunes y quizá vuelvan a hacerlo, pues no sabemos si el descubrimiento del triángulo es un hecho confirmado o un error de cálculo. Este origen común de los tres polos es el truncado liberalismo español, que con envidiable precisión conceptual definió el director de un periódico regional en el que este escribidor aprendió buena parte de lo que sabe del mundo: mira, en esta casa tienes que dejar tus ideas en el perchero, con el abrigo; aquí somos liberales en lo económico y conservadores en lo social, y lo demás está fuera de lugar. La veterana y respetable cabecera periodística donde el escribidor recibió gratis esta lección de historia era propiedad de la oligarquía de la provincia y en su momento había apoyado el golpe de Franco.

El liberal español es un tipo  que ha dejado la escopeta en el armario para ir a su despacho a hacer negocios y por la tarde al casino a echar la partida y perorar sobre Cánovas y Sagasta, pero apenas los negocios dejan de ir bien y en el casino hacen huelga los camareros por el salario mínimo, el liberal vuelve a su casa ya saben para qué. Desde esta perspectiva, no es especialmente asombroso que se dé ahora el fulgurante ascenso al estrellato del primer político español que, desde el fin de la dictadura, hace gala de llevar uncida al riñón una smith&wesson y que tiene como segundo a un ex militar de operaciones especiales que quiso reconquistar a pulso Gibraltar. Tampoco es casualidad sino una necesidad histórica que el jefe voxiano se haya criado políticamente en las mamandurrias de doña Aguirre, que representa mejor que nadie lo que los liberales españoles entienden de sí mismos. De repente, el centro político, que hasta ayer mismo estaba superpoblado y dónde decían que radicaba el eje del sistema, se ha convertido en un agujero negro. Quizá puedan ocuparlo de nuevo los liberales, si es que queda alguno flotando por el espacio fuera de la gravitación de la trilateral.