Es como si el huevo de la serpiente hubiera eclosionado de manera brutal, zafia e inesperada.

Este escribidor es consciente de que su comentario, y singularmente las dos últimas líneas de la conclusión, pueden ser materia delictiva si sigue la deriva de la guerra de Ucrania y se impone la ley marcial.

En el laberinto de espejos en que se ha convertido el mundo occidental, la identidad parece ser el único salvoconducto. Necesitamos estar representados por nuestra propia imagen, hecha de sueños, y no necesariamente por quien defiende nuestros intereses.

Menos mal que ya están en el parlamento los neofascistas, que no solo han alertado sobre el problema sino que han conseguido situarlo a la cabeza de las prioridades políticas y, lo que es más asombroso, han dado con la solución.

Este grafómano, en la mejor tradición del arbitrismo español, se atreve a proponer al presidente don Pedro Sánchez, hombre de probada audacia y tenacidad, que traslade la fiesta nacional al 23 de abril, onomástica de don Miguel de Cervantes.

La historia se reanuda, después de que nos quisieran hacer creer que había llegado a su fin hace tres décadas, y se reanuda como siempre, a causa de una crisis económica global. En el siglo fue pasado fue el crash de 1929, y en este, la quiebra de 2008. Luego tocará contar los muertos y lamernos las heridas.