Habría que explorar el melancólico efecto que la suspensión de las procesiones de semana santa ha tenido en el ánimo de las trémulas clases conservadoras del país. La muerte y resurrección de cristo no se puede posponer, como las fallas o los sanfermines, a agosto o septiembre porque responde a un tiempo litúrgico, sagrado, así que este año, a todos los efectos, ni moriremos ni resucitaremos al primaveral modo de siempre, y esta suspensión del ciclo eterno se vive como una aceleración del tiempo y tiene un efecto perturbador en el ánimo colectivo, una especie de jet lag del alma.
Como murciélagos estresados
No hay que ser una geoestratega de campanillas para advertir dónde están las fisuras y dónde los flujos en esta situación cambiante. Este país va a necesitar, entre otros recursos, pensar en su realidad y la de su entorno. ¿Qué tal si, para empezar, pensamos en una hipótesis alternativa al origen de la peste?
Ajuste de cuentas
Cuando esto acabe… Este latiguillo culebrea en el subtexto de todo lo que se dice y se hace estos días. Encierra un anhelo y una esperanza de que seremos mejores de lo que fuimos pero nadie predice cómo. Hay razones para el escepticismo. De momento, podemos aventurar que los primeros efectos después de la peste serán la euforia y el ajuste de cuentas. Lo hemos visto en otros momentos postbélicos.
Aleph
Ja, quién iba a decirle a este escribidor, que en su remota juventud se sintió anonadado por la extrema perfección de la literatura de Borges, que terminaría siendo personaje de uno de sus relatos.
Volksgeist
Sería la primera vez que una catástrofe colectiva altera el espíritu de las naciones. Más probable es que lo reafirme y lo endurezca. Para decirlo de otra manera, antes conquistarán el continente los populismos nacionalistas de extrema derecha que un ministro holandés deje de pensar que los de aquí abajo somos unos vivalavirgen sin remedio.