Al contrario que una guerra, la pandemia no destruye la base material de la sociedad ni altera las relaciones de poder. No hay vencedores y vencidos; solo víctimas, unos pocos, y supervivientes, los más. Cuando los confinados abren las ventanas de la cuarentena, el exterior sigue igual que antes del encierro. Las palabras que aspiran a definir un momento político no son literales. Así que ‘reconstrucción’ significa ahora cómo va a salir el gobierno de esta.
La banalidad del mal
Llegará un momento, y pronto, en el que no distinguiremos los despuntes de los aplanamientos. El mundo gira y no siempre se distingue el alba del ocaso, fenómenos que por último ocurren todos los días. La pandemia entrará en ese marco, que tan bien conocemos, en el que el discurso público y la experiencia privada discurren en órbitas distintas y ajenas.
El espontáneo
Un joven salta de las gradas vacías del estadio para hacerse un autorretrato junto a Messi, corretea por el pasto, dribla a este y al otro, interrumpe el juego de los donfiguras y sale exultante de la escena en manos de los guripas de seguridad. Sus declaraciones son eufóricas a pesar de que no ha conseguido su objetivo y la hazaña puede costarle una sanción penal.
Feminismo infeccioso
La denuncia del 8-eme y la instrucción judicial subsiguiente, de haberse llevado a término, tenía como objetivo obvio derribar al gobierno, pero el impulso procede de un discurso anterior que identifica el feminismo con un grave peligro social y, pandemia mediante, con una fuente de infección orgánica.
Reset
Sentados en torno al velador, a uno le cuelga la mascarilla de una oreja; otro la lleva como una pulsera en la muñeca; otro se adorna la papada con ella; otro la guarda en un bolsillo interior. Alrededor, de alguna manera, corretean los virus, de cuya presencia hacemos abstracción.