Lo que identifica la nueva normalidad es la mascarilla. Diríase que la llevamos no tanto para prevenir el contagio del virus cuanto para ayudarnos a respirar esta atmósfera tóxica, que es la de siempre y que antes del coronavirus respirábamos a pleno pulmón. En este contexto, esta bitácora estará en dique seco unos días, ocho o diez al menos, para cargar las pilas y ganar perspectiva, lo que quiera que signifique ese tópico.
Historias y mitos
Los mitos que propaga la derecha operan con un propósito balsámico contra la frustración por la pérdida del poder político pero lo más asombroso es su porosidad, su capacidad para adherirse al cuerpo social y su permanencia en el tiempo. Son leyendas literalmente virales y víricas.
El partido vírico
Mientras se desarrollaba este ciclo vital del virus, los humanos estábamos entregados a dos luchas muy diferentes que mantenían una relación simbiótica. Una, contra el virus mismo y sus efectos; la otra, en busca del modo de hacer de él un agente político.
Caballería motorizada
Los desfiles de caballería motorizada que han perpetrado los voxianos en diversas ciudades españolas marcan el perímetro de su área de influencia. No es fácil creer que la mayoría del vecindario quiera vivir en un régimen en el que el destino más probable es perecer bajo las ruedas de los cuatroxcuatro y de las motos de alta gama.
El filósofo y la dama boba
Bien, después de este preámbulo ya habrán adivinado que en este desierto no hay zarzas ardientes. Lo más parecido que tenemos es doña Ayuso pero incluso esta esforzada animadora del caos termina por consumirse porque todo lo que alimenta la existencia es perecedero.