Muy chungo tiene que percibirse el futuro de la monarquía española si su defensa requiere la movilización de esta guardia pretoriana de vejetes libres e iguales, y desocupados, habría que añadir, la mayor parte de los cuales con seguridad ni siquiera ha hecho la mili.
Un tal ‘leguá’
El rey es el tótem de la nación, vale, pero no un bulto de piedra o de madera plantado en mitad de la plaza mayor en el que los creativos de la tribu tallan máscaras benefactoras sino un individuo de carne y hueso, con sus certidumbres y apetitos, ¿y qué hará si le impiden el recreo de presidir esto o aquello? El ocio es muy mal consejero, y encerrado en el despacho, donde no tiene mucho curro, peor, como se ha visto, y no es necesario señalar con el dedo.
El rey se escaquea
Don Felipe y don Sánchez están en el comienzo de una hermosa amistad, que diría el guión de Casablanca y que tiene precedente en los inmediatos ancestros de ambos. El pesoe se prepara para atravesar un proceloso periodo histórico habitado, entre otras tentaciones fatales, por los cantos de las sirenas republicanas.
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La pregunta sería, ¿qué institución política, civil, religiosa o meramente recreativa de este país no se ha visto afrentada y ridiculizada por ‘la incurable y criminal falta de seriedad’ de don Juan Carlos de Borbón?
Cosas del verano
Agosto y tropecientas crisis abatiéndose sobre la sociedad, como innumerables plagas de Egipto. En esta atmósfera, el auto exilio del rey emérito ha recibido una cobertura parca y cautelosa. Los comentaristas habituales, sobre todo en la tele, han dado su previsible y borrosa opinión y nada más.