La mascarilla negra de tela es ya la prenda emblemática del año de la peste. Empieza a verse en la calle pero en el acto de esta mañana era uniforme. El negro es señal de sobriedad y respeto, reconocible por vivos y muertos, y la tela indica permanencia, estabilidad. La mascarilla de usar y tirar, tejido poroso y azul desvaído, se ve como de uso menestral, de gente que lleva la situación con fastidio y quisiera tener esperanza, sin conseguirlo.
La vergüenza
El país está aprisionado en el dilema entre dos términos incompatibles: monarquía o verdad y justicia. Estas últimas son exigidas para que el viejo rey responda por sus desmanes financieros pero, muy probablemente, el coste acarrearía el fin de la monarquía, así que seguiremos como hasta ahora, pasteleando con los argumentos y los procedimientos.
Rogativas
La gira tiene un formato de rogativa inversa pues no se trata de obtener mercedes para los atribulados lugareños, que ya se las apañarán como puedan en este trance, cuanto para hacer visible al egregio visitante.
El jarrón, ni tocarlo
La constitución es una mina de sorpresas, o un campo minado, si se prefiere. Artículos constitucionales que parecieron ornamentales en los buenos viejos tiempos han resultado componentes del muro de carga y una lluvia de cascotes empieza a caer sobre las cabezas de los inquilinos de nuestra democracia. La chapuza no es solución, como ya se ha visto.
Borboneando
Los partidos que se disputan la sombrilla real para protegerse ellos mismos de las inclemencias veraniegas son los así llamados constitucionalistas. Y es que hay confianza. A ninguno de los otros partidos del arco parlamentario -separatistas, populistas, republicanos, etcétera- se les ocurriría enredar con un artefacto que básicamente quieren abolir.