Uno de los rasgos, sin duda el más relevante, del discurso de la neo derecha es su carácter disruptivo. No pretende tener razón ni menos tejer un discurso sobre la lógica y los hechos comprobados, simplemente aspira a escandalizar al oyente, desconcertar al adversario y, si se puede, dinamitar la base consensual en que se apoya la convivencia democrática.
Un botarate
El que tiene algo que perder en esta deriva es don Casado, que en razón de su cargo debería tener tasada la cantidad de sandeces que puede decir por minuto. Los hechos y la lógica que los guía no pueden ser conjurados con botaratadas. Don Casado se comporta como si no lo supiera y a lo peor es que no lo sabe.
La gran trola
La derecha no produce doctrina, como se esfuerza en hacer la izquierda, porque no la necesita, solo gestiona trolas, o, como dicen finamente, relatos alternativos. Las lanza al espacio como un satélite de apariencia inocua y si funcionan para sus propósitos las conserva y las alimenta como una fuente de energía hasta que, con suerte, producen una reversión en el imaginario dominante.
Trabajos forzados
Don Casado ha tomado la pala para quitar la nieve de la entrada de cierto centro de salud madrileño y lo ha hecho para el cumplimiento de una condena de trabajo comunitario que se ha autoimpuesto precautoriamente: una expiación pública por el asalto trúmpico al Capitolio de Washington..
Cacofonías antes de la restauración
En castellano hay una frase hecha para describir esta situación, alborotar el gallinero, que tal vez inspiró a Cortázar y sirve ahora para explicar la cacofonía en que está sumida nuestra clase política, como las gallinas de la fábula, bajo el impacto del último movimiento del rey emérito y su reconocimiento de que es un (presunto) delincuente fiscal.